sábado, 28 de febrero de 2009

Las visitas extraescolares










Un paseo por París
La exploración del territorio como metáfora del conocimiento
Nada hay tan atractivo para el geógrafo como la observación del paisaje. Por ello las salidas, concretadas muchas veces en excursiones y trabajos de campo son el alma de la didáctica de la geografía. Observemos como se expresa Roger Brunet (2002) para explicar la geografía a los niños:
El sentimiento geográfico es esta dulce alegría que encontramos al contemplar, desde un lugar elevado, un paisaje que uno descubre y que, sin saber porqué, empieza amar, a reconocer y quizás a comprender.
De este modo, cada uno de nosotros puede ser un geógrafo: basta con abrirse a lo que se ve, incluso un poco des de lejos y tener enseguida ganas de acercarse, de conocer, de comprender este paisaje que es único y que sin embargo, en algunas cosas se parece a otros.
Frases muy sencillas que encierran las claves alrededor de las que giran las salidas escolares: observar y comprender; lo particular y lo general; amor y reconocimiento.
También los grandes pedagogos han sido sensibles a este encanto de las salidas y por ello salir del aula se ha ido convirtiendo en signo y seña de la renovación pedagógica. Dewey, Freinet, Decroly, entre otros, hablan de las salidas y les otorgan un papel central en el aprendizaje. El pensamiento de estos pedagogos respecto a las salidas tiene en común el considerarlas una forma de vinculación entre el aprendizaje y la experiencia del alumno.
No en vano es la exploración del territorio, el viaje, la excursión, la metáfora de la que se vale Dewey (1960) para explicar la aventura del conocimiento.
El sistema educativo que surgió de la sociedad industrial asumió el reto de
extender el conocimiento formal a todos los niños y niñas. Ello supuso un gran avance social porque la extensión de las capacidades de abstracción y generalización permitieron a los ciudadanos la superación de los estrechos límites de la experiencia espontánea y el acceso a las formas superiores del saber y del pensamiento. Sin embargo esta conquista se realizó al precio de convertir a los niños en alumnos y recluirles en las aulas: espacios separados y especializados, alejados de los lugares por los que discurre la vida. Así el explorador quedó sentado y mudo frente a un mapa que no comprende porque representa un territorio que nunca recorrió y, poco a poco, a medida que sus territorios vividos se reducen, el explorador se ve abocado a una representación sin presencia y va perdiendo la capacidad de entender mapa alguno.

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